Último domingo de Julio -la fecha es totalmente irrelevante. Estábamos con mi amiga Luti en la playa disfrutando del sol y el viento respirable de una tarde excepcionalmente amable del verano Valenciano. Entre mate y mate Lu propuso jugar un juego que había llevado, para conectar con la creatividad y que nuestras mentes se relajen sin más.
El juego se llama Bretón y es un mazo de cartas ilustradas por el artista argentino Pablo Bernasconi, que propone distintas alternativas para ejercitar la escritura a partir de imágenes que tienen personajes, objetos o escenas varias. Nosotras optamos por la modalidad de escritura automática, durante 1 minuto y medio, a partir de cada carta que íbamos sacando del mazo.
La escritura automática es un ejercicio fantástico para descargar la mente de juicios y estándares de lo correcto e incorrecto, y jugar a seguir el hilo de pensamientos que surgen sin cuestionar ninguno de ellos. Simplemente entregarnos a caminar el laberinto de la mente, para dejar florecer el inconsciente.
Hoy quiero traerles esos dos textos, en una suerte de invitación a pasear por la riquísima diversidad a la que se puede acceder cada vez que una imagen -como tantos otros eventos, abre la puerta de nuestro inconsciente. El dato curioso es que tanto mi amiga Luti, como yo, las dos nos llamamos igual. Así que acá van los dos laberintos en espejo llamados Lucía:
< Sentada en mi mundo emocional, me detengo y -si dejo de respirar por un instante, veo cómo afloran las especies amorfas que me habitan. Mi cuerpo está en pausa pero mi mente está colonizada.
Pulsan, se expanden, se extienden, asustan, se calman, compartimos. La esfera que nos sostiene debajo oscila, según donde mi mente y las especies se muevan, viren.
Toda la tierra está contenida en la esfera aparentemente quieta. Océanos en calma mientras mi laguna mental se atormenta.
Hice una pausa, sin embargo, y miré hacia abajo y hacia adentro del globo terráqueo. Un cúmulo de casitas, un barrio recóndito se asomaba bajo mis pies. Claro, acá arriba, desde mi mundo mental y abstracto, toda la vida asemeja un cuento mágico habitado por seres sutiles y miniaturas.
Para salir del ensimismamiento, nos vamos a ir de camping a la montaña con las chicas. A cumplir sueños. A habitar las historias que amamos con el cuerpo y el alma. A ver el cielo estrellado de las noches entre montañas y visitar principitos, elefantes, sombreros y toda la magia mediante. A subir y bajar del cuerpo, el sueño, el espíritu y la mente, tantas veces como pasos cuente camino a alguna cima en Pirineos. >
< Hace tanto tiempo que permanece sentado que una mancha negra se apoderó de su rostro. Algunos dicen que dio tantas vueltas alrededor del mundo que un día quiso verlo todo desde lo alto. Los ríos marrones en los que nadó, los bosques frondosos por los que caminó, los frutos que cosechó, los rastros de sus huellas en las calles de tierra. Pero lo que nadie sabe aún es por qué se ha perdido su cara en una mancha.
Yo sospecho que entre tanta negrura, sus ojos han aprendido a ver a oscuras. Me lo imagino saliendo a volar en su mente mientras todos duermen allá abajo, sintiéndose eterno en un cuerpo etéreo, volátil. Abriendo puertas dentro de mundos de plumas y mundos de puntos.
Hay noches en la que sueño con él. Que nos encontramos en algún cuento y que escribimos nuestra historia. Esa que nos place vivir para recordar y para caminar, siguiendo nuestra corazonada, nuestro pulso, nuestro tiempo. >




Cada cuento es una excusa casi como cada evento puede ser un cuento. Lo bonito de que existan tantos relatos posibles, como voces y laberintos subconscientes, es que cada historia es la confirmación de lo infinitamente rica que es nuestra existencia. Que, como en la naturaleza, somos la fuente y los testigos de esa riqueza al mismo tiempo, y que cuanto más nos compartimos y escuchamos, más se nutre el inmenso jardín que habita nuestro laberinto.
*Gracias Luti 😉 🤍✍🏼
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