Los monopatines o patinetes no eran tan populares en Argentina hasta el momento en que me fui. Así que, cuando llegué a España en 2019, me descubrí caminando por la calle y escuchando ese sutil pero agudo ruido que hacen al andar. En ese momento pensé “Así es como suena el futuro”. Y con este pensamiento no estaba emitiendo juicio alguno, ni para bien ni para mal; era sólo que ese sonido me recordaba a Los Supersónicos, la serie de dibujos animados que solía ver cuando era chica.
A medida que los Teslas y otros coches eléctricos se vuelven más y más populares en la ciudad -cubriendo por ejemplo casi toda la flota de taxis-, diferentes tipos de sonidos de éstos agudos pero sutiles, se van sumando a los que ya habitan la calle.

La forma en la que alguna vez proyectamos el futuro a través de nuestros sentidos, está llegando con más prisa que pausa últimamente. Como sucede con todo cambio, las reacciones de rechazo están a la orden del día por parte de ciertos grupos en la sociedad. Esto por ejemplo, cuando hablamos de normas, regulación y hasta eficiencia energética de las baterías y su impacto en el ecosistema. Más allá de la variedad de opiniones, éstos cambios graduales y progresivos me hacen pensar en cómo serán las ciudades en un futuro cercano y si, llegado el momento, recordaré cómo solían ser no hace mucho tiempo atrás.
… Es casi como con los celulares. Se empezaron a popularizar cuando yo estaba en los últimos años de la secundaria, y hoy ya todo el mundo camina mirando para abajo. No precisamente por problemas de autoestima generalizados, sino porque gran parte de nuestra vida, interacciones y hasta nuestra autovaloración, se construyen y desafían mediante el teléfono y las redes sociales -nos guste o no.
Si jugamos a imaginar cómo solían verse y percibirse las ciudades con todos nuestros sentidos, yo, por ejemplo, empiezo a viajar hacia atrás en el tiempo, partiendo de éstos sonidos agudos que hacen los monopatines y coches eléctricos. El siguiente paso, son los motores regulares que suman ruido, repiques y diferentes olores de la combustión. (Acá hay varias escalas temporales que recorrer entre ruidos y olores). Continúo con las calles de pedregullo y tierra, donde mi mente empieza a reproducir sonidos del tipo “tac tac tac” o “trrrrrr”, viniendo de múltiples direcciones del plano a mi alrededor. Al mismo tiempo, empiezo a desarmar el esqueleto de la ciudad tirando abajo edificios, imaginando cómo se verían ciertas partes ya no estando en la sombra proyectada por esas torres. La ciudad plana que resulta trae consigo esa sensación que a veces tenemos cuando llegamos a pueblos pequeños. Ese sentimiento de la vida siendo sólo eso y ya <algo un poco menos pretencioso>.
Junto con este ejercicio también me suelo preguntar dónde solía ir o estar la basura; cómo era antes de que el plástico invadiera nuestra vida diaria y qué cantidades de basura se gestionaban en cada período. Imaginar olores suele ser un ejercicio más complejo para nuestros cerebros tan sobre-estimulados con imágenes, pero vale la pena fomentarlo.
Siguiendo con el juego, el próximo paso hacia atrás en el tiempo son las espuelas de los caballos y el intento de inundar las calles con su sonido. Imagino la luz del sol siendo descubierta en forma de halos por el polvo que levantan los carruajes y caballos al pasar; el olor a tierra mojada por la lluvia y los zapatos salpicados con piedritas y barro. La exploración imaginaria es infinita… Tanto como la cantidad de detalles y transiciones que debo estar pasando por alto 😅 Supongo que cualquier idea y dato es bienvenido en estas instancias 😉
Siguiendo con esta idea, otro ejercicio que practico es al visitar palacios o edificios históricos. Ahí donde no se escatima en el lujo ostentado en textiles y arquitectura. La sorpresa en estos casos, llega cuando contrastamos eso que vemos con las que históricamente han sido culturas donde la higiene personal y la limpieza no eran una prioridad. (Esto luego de tantas sabidas epidemias y la poca atención al paso del agua a la hora de diseñar planos -al menos en el pasado no tan distante de Occidente-). Así que, en mi mente, éstos sitios se ven increíbles pero también huelen horrible. 🤔🥴😝
Si intento recrear algo parecido con las ciudades del futuro, el desafío es aún mayor. En este punto desearía poder preguntarle a Italo Calvino, por ejemplo.
¿Qué aspectos de nuestras rutinas podrían evolucionar y cómo?
Con esta pregunta surge el dilema de decidir qué adjetivos y nociones van a constituir al futuro para cada uno de nosotrxs. ¿Será la efectividad? ¿La eficiencia energética? ¿Será la apariencia estética? ¿Qué tipo de apariencia? ¿Líneas orgánicas o más bien geométricas? ¿Sonidos más bien agudos? ¿Fuertes o bajos, a nivel de volúmen?
La efectividad en términos de procesos de corta duración, eso seguro. Si hay algo que define al futuro en todo sentido, es esa necesidad de velocidad o aceleración de procesos. (Una vez más, nos guste o no 😟…)
Yendo a lo concreto, cuando se trata de dispositivos del futuro, yo aún estoy esperando el skate de Marty McFly 😆 🙌🏼🫶🏼
¿Cómo imaginan ustedes el futuro? Me gustaría leer sobre imágenes así como olores, sonidos y texturas. La temperatura ya es un hecho: Va a hacer calor. 🥵
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